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jueves, 5 de septiembre de 2013

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Las alteraciones que el estrés produce en la visión


El estrés es una situación de gran exigencia orgánica que puede afectar el organismo de diferentes maneras. En relación con la visión, cuando esta situación se extiende en el tiempo, es decir, es permanente, se puede producir un estado conocido como fatiga visual, que torna borrosa la visión por la pérdida de foco. Se trata de una alteración común, y el paciente comienza a notar una pérdida transitoria de la visión que, en algunos casos, puede ir acompañada de sequedad ocular: hay sensación de un cuerpo extraño en el ojo que enrojece. Es una complicación temporal y reversible, pero existen otras de mayor envergadura como, por ejemplo, la maculopatía (edema de la mácula con pérdida de la visión, que podríamos definir como puntos de fuga), que aparece en personas sometidas a estrés continuo. Pero no todos los que sufren situaciones de estrés padecen esta patología ocular. Para entender esto debemos saber qué es la mácula.

La visión central no se forma en toda la retina sino en una pequeñísima depresión central llamada mácula y, en particular, en un área situada dentro de ésta denominada fóvea. La mácula es lo que nos permite mirar. Todo el resto de la retina registra la información del entorno. Con el estrés pueden aparecer alteraciones en la mácula que distorsionan o impiden la visión central. Estas alteraciones se llaman maculopatías.

La mácula es avascular, es decir, carece de vasos sanguíneos propios. Cualquier vaso sanguíneo presente en la mácula, llamado vasb intruso, constituye una maculopatía exudativa, una alteración grave en la visión central que presenta diferentes grados de intensidad y llega, incluso, a producir ceguera central. Esta enfermedad no conduce a la ceguera total, pero inhabilita para manejar automóviles, leer o reconocer un rostro, ya que termina dejando una mancha oscura en toda la visión central o provoca la sensación de que se ve como a través de un vaso de agua sucia.

Todos los tratamientos son para detener la maculopatía, no para eliminarla. Y son efectivos solamente si los vasos intrusos son eliminados antes de que lleguen a crecer por debajo de la mácula pudiendo generar un daño macular permanente. Si esto sucede se harán esfuerzos para evitar una mayor pérdida, no para recuperar totalmente lo que se ha perdido. Es fundamental que las personas comprendan los alcances de esta enfermedad cuando no se la trata. Los tratamientos no siempre son eficaces, sea porque no se detuvo la vascularización de los vasos intrusos o porque volvieron a crecer nuevos vasos o porque no se empleó el tratamiento adecuado.

Muchos creen que la terapia con láser es la causante de la pérdida de la visión central, cuando, en realidad, el tratamiento era correcto, pero no fue suficiente o se lo comenzó tardíamente. Hay un porcentaje bajo de pacientes que recuperan de forma espontánea la visión o parte de ella, cuando los vasos se atrofian y cicatrizan. No se puede saber al comienzo de la enfermedad el tamaño de la cicatriz, por cuanto es imposible predecir la recuperación. Una vez que los vasos han invadido la zona central, el tratamiento se dificulta: hay que cauterizar los vasos con láser sin dañar la retina, que se encuentra por encima.

En tal sentido, un novedoso tratamiento es la terapia fotodinámica, que emplea una droga colorante que torna los vasos intrusos más vulnerables al láser permitiendo tratar la lesión sin alterar el tejido sano. Actualmente se están realizando estudios para impedir la aparición de vasos en la mácula. Los resultados son alentadores, aunque no concluyentes. Por todo esto es importante que ante una situación de estrés con pérdida de visión transitoria, se haga la consulta pertinente para encontrar la solución adecuada, evitando así secuelas permanentes.

La información contenida en este articulo tiene una función meramente informativa. Ante cualquier duda consulte a su medico o terapeuta .
Fuente: Dr. Alejandro Grondona